EL TEATRO DE MI ABUELO
El pasado 14 de septiembre se cumplían 100 años de la
inauguración del teatro construido en Sisante por mi abuelo Juan Francisco
Martínez-Herrera, se inauguraba con la representación de una zarzuela por la
compañía valenciana de don Ricardo Tena; los días siguientes de feria se
celebraron dos funciones mas, al parecer con éxito de público: el primer día
asistieron 816 personas, el segundo 1.065 y el tercero 523. Se recaudaron 2.479
pesetas y la compañía cobró 1.050 pesetas.
Dos meses después y tras haber pasado por su escenario las
compañías “cómico dramáticas” de los
señores Simaco Sepúlveda, Martínez Vicente y Rafael Babí, llegaron a Sisante
las primeras proyecciones cinematográficas de la mano de Francisco Ortiz, de La
Roda, el cual se desplazaba, además de con los elementos necesarios para la
proyección, con una bailarina. A partir de entonces y durante los cuatro o
cinco años siguientes Ortiz viajó con
regularidad a Sisante, siempre con bailarina, para dar sus sesiones de cine,
contratado por mi abuelo, hasta que el teatro contó con su propio equipo.
Muchas veces me he preguntado como se le ocurriría a mi
abuelo la idea de construir un teatro, en Sisante, sobre el solar de uno de los
mas antiguos molinos de aceite del pueblo y parte del huerto que unía este con
su casa. En cualquier caso, aquel hombre de 51 años, que se había quedado viudo
hacía 7 con cuatro hijas y un hijo,
debió pensar que un teatro le reportaría las alegrías que con la ausencia
prematura de su mujer le habían sido arrebatadas. Es probable que en aquel momento no pensase
que el “Teatro Herrera”, como fue siempre conocido, iba, de alguna manera, a
marcar un tiempo nuevo en su pueblo.
Esa persona que fue mi abuelo escribió en un cuaderno con
tapas de hule y con letra cursiva un minucioso diario que cubre el periodo de
construcción del teatro y sus siete primeros años de vida. Allí lo anota todo,
con detalle, “dejo el teatro –escribe- gratis a los quintos y me regalan una caja de puros”, o “Esta última noche de función que fue el
segundo día de Pascua hubo en el teatro mucho escándalo por no ir el alcalde
Julián Carvajal como me tenía ofrecido y
por eso el tercer día no quise que se diera función. No se portó bien Julián”, otro
alcalde José María Turegano le pone una
multa de 25 pesetas por “el mucho escándalo que hubo por no funcionar bien el
cine de Ortiz”. Muchos escándalos debía
de haber cuando fue necesario que el alcalde autorizara la contratación de un
“bastonero” para los bailes de máscaras, un ex sargento llamado Francisco
Lafuente, que cobraba 10 pesetas por noche y tres entradas para la familia.
En su diario están los nombre de los sisanteños que
construyeron el teatro, los maestros albañiles Pepe el Francés y su hermano
Matías, los carpinteros Eduardo Saiz, Celedonio Campillo, Vicente Potillas y
Fermín Paradas. Hasta contrató un decorador, Ignacio Sandoval de cuyo trabajo
aun se conservaba el día de cierre, en la parte superior del escenario, los
nombres de Lope de Vega, Calderón, Moreto y Tirso de Molina, además del escudo
de nuestra familia.
Algún día contaré las causas del cierre y los instigadores
del mismo, pero hoy quiero cerrar este post con un párrafo escrito en mi libro
La Fuerza del Silencio: “…(este libro)…se lo dedicaría a mi abuelo Juan
Francisco, a quien no conocí pero por el que siempre tuve una fascinación
especial. ¿Y como no iba a tenerla por quien, en el año 1913, construyó un
teatro sobre el solar de un molino de aceite y trajo el cinematógrafo a este
lugar de La Mancha? Gracias a él, el río de la vida llegó, durante muchos años,
para paliar el tedio y la tristeza de años oscuros. Aquel teatro formó parte
esencial de mi vida, aprendizaje de celuloide, adolescencia despertada por los
besos robados a la censura y la fascinación por un mundo lejano que alimentaba
los sueños y habría horizontes nuevos a la imaginación”.
Me olvidaba, si se
inauguró con una zarzuela, se cerro con una película de la etapa americana de
Sara Montiel, Yuma.